Introducción.
Enfermedad parasitaria ocasionada por un tipo de protozoos del género Leishmania, existiendo varias especies. Vía de transmisión más común por picadura del
mosquito flebótomo y en raras ocasiones por transfusión sanguínea con sangre contaminada, por utilización de jeringuillas usadas con otro animal enfermo.
La Leishmania spp es bifásico, comienza su ciclo en el mosquito y se completa en cánidos como el perro, seres humanos o algunos roedores.
Epidemiología.
La Leishmania está presente en zonas húmedas, con temperaturas cálidas. Los lugares más comunes en ríos, lagos, humedales, aunque es más determinante para su supervivencia la temperatura que la humedad. Es una zoonosis (afecta a humanos), aunque nuestro sistema inmune lo combate con mayor éxito siendo una enfermedad poco prevalente.
Geográficamente se distribuye mundialmente en más de cincuenta países, no estando presente en Oceanía y con alta incidencia en países de la cuenca Mediterránea y países de Sudamérica. Su distribución en España es endémica, siendo menos prevalente en el noroeste español y más prevalente en el sur y levante.
Ciclo biológico.
Bifásico, necesariamente tiene que parasitar a un hospedador intermediario el mosquito flebótomo, donde se encuentra la forma flagelada promastigote. El flebótomo los inocula en la piel y los macrófagos tisulares los fagocitan, dentro maduran a forma amastigote, destruyen el macrófago y se liberan.
Signos clínicos.
En un 80% se observan lesiones cutáneas o mucocutáneas, que no curan por si solas. El resto de ocasiones se manifiestan de forma visceral.
Lesiones cutáneas se van extendiendo por la piel, presentando afinidad por las zonas cutáneas más próximas a salientes óseos. El sistema inmune sintetiza anticuerpos que resultan ineficaces frente al parásito, que con el tiempo se acumulan en riñón, articulaciones y otros órganos, provocando inflamación, pérdida de la capacidad de filtración, fallo renal agudo, siendo esta última, la causa de fallecimiento en la mayoría de los casos.
También lesiones oculares, anemia, inflamación de hígado, bazo, ganglios linfáticos y aparato digestivo, con vómitos y diarreas crónicas.
Diagnóstico y tratamiento.
En clínica suele diagnosticarse porque acude a consulta el paciente con lesiones cutáneas que no cicatrizan adecuadamente. Después de una anamnesis completa y descartar otras enfermedades que causen ese tipo de lesiones, se realiza test rápido serológico.
Otra forma de diagnosticarlo es por métodos más complejos como por punción médula ósea, ganglios linfáticos o en las lesiones cutáneas y observar el parásito directamente al microscopio. Pruebas ELISA, detección de ADN, etc.
El siguiente paso es realizar recuento de anticuerpos frente a Leishmania, además de analítica completa para valorar estado del animal y decidir el tratamiento más adecuado. En los casos de sospecha de fallo renal, se recomienda realizar analítica de orina como complemento para valorar funcionalidad renal.
Entre los tratamientos más eficaces están la miltefosina, sales antimoniales y el alopurinol frente al parásito, pero no debemos olvidarnos del tratamiento de soporte renal, hepático, cutáneo, que incluye dietas específicas, fluidoterapia, limpieza y desinfección de úlceras, etc…
Tratamiento más novedoso la autovacuna, pudiéndose combinar con los anteriores.
Prevención.
Combinación de Test serológico + Collar/pipeta repelente + Vacuna de Leishmania.
Nuestra experiencia.
En nuestros años de experiencia clínica hemos protocolizado el diagnóstico de la leishmaniosis como uno de los diagnósticos diferenciales en perros que acuden a consulta con problemas dermatológicos, sobre todo debido a la alta incidencia de esta enfermedad en la zona donde nos encontramos.
La leishmaniosis se nos ha presentado de muy diferentes formas y no en todas ha seguido un patrón característico como estamos acostumbrados a leer en múltiples artículos. Es una enfermedad de diagnóstico complejo y curso incierto, que necesita de una vigilancia veterinaria continua
durante toda la vida del animal desde su diagnóstico, ya que en muy raras ocasiones el animal consigue eliminar al parásito del organismo.
En un 80% se nos ha presentado como lesiones dermatológicas, descamación, heridas que no curan pero sin fallo orgánico por lo que un tratamiento a base de sales antimoniales y alopurinol, complementos alimenticios, etc ha sido el tratamiento de elección dando unos resultados muy buenos.
En los casos que existe fallo renal, la cosa se complica ya que hay ciertos tratamientos frente a la leishmania que son muy tóxicos para el riñón y pueden agravar el daño causado por esta, en estos casos es imprescindible estadificar el grado de afección renal realizando pruebas complementarias. En muchos casos los animales que habían desarrollado una leishmaniosis visceral con fallo renal, no presentaban lesiones cutáneas por lo que el tiempo de detección de la enfermedad se alargó, ya que no hubo síntomas que llamasen la atención de los propietarios, por los que acudir a consulta, lo que genera una alta tasa de mortalidad.
En un pequeño porcentaje de los casos la leishmaniosis aparece de forma localizada, alrededor de las zonas donde el mosquito ha
inoculado el parásito, denominándose chancro de inoculación. En muchos de estos casos los animales no han seroconvertido, es decir no han generado anticuerpos frente al parásito. En estos casos excepcionales también es muy importante hacer controles periódicos para valorar la respuesta inmune del animal frente a la enfermedad y la necesidad de instaurar tratamientos sistémicos.
Debemos concienciarnos como propietarios en la PREVENCIÓN de esta enfermedad, es sencillo y está al alcance de casi todos, consulta con tu veterinario las opciones que mejor se adapten a tu estilo de vida y el de tu mascota.